Skip to content

Miguel Poveda: no hay otro como él

Aunque los músicos estén acostumbrados a pisar escenarios todos los días, la idea de estar en un sitio nuevo siempre impone. El día anterior al concierto, en el encuentro que Miguel Poveda tuvo con este medio, reconoció un cierto nerviosismo al respecto. Normal, lo desconocido siempre nos provoca un cosquilleo. Cierto es que el Auditori del Fórum es un lugar imponente, si bien él ya está acostumbrado a plazas como el Gran Teatre del Liceu o el Palau de la Música. Seguramente, la primera visión de un lugar en el que han actuado de Tom Waits a Rosalía (dentro de la programación de un Primavera Sound) cause cierto respeto. Sin embargo, él se presta tanto a escenarios de este calado como a lugares menos exuberantes. De hecho, la primera vez que vi en directo a Poveda fue en el Teatro Zorrilla de Badalona, una cita que preparó una peña flamenca de la ciudad.

Un año maravilloso

El incipiente cantaor que ya había ganado en La Unión (justo se han cumplido treinta años de aquello) no había degustado las mieles del éxito en su totalidad, algo que obtuvo a partir de Las coplas del querer y esa A Ciegas que sonaba para Pedro Almodovar. No obstante, él ya llevaba en la mochila una trayectoria que apuntaba lo que lograría luego. Le había cantado al exilio de Rafael Alberti o su apuesta arriesgada, pero firme por los poetas y el catalán en el mágico Desglaç. Por tanto, con el objetivo en el horizonte de un disco nuevo que saldrá en primavera y otros proyectos con luz lorquiana, Miguel Poveda se puso de gala para este concierto que pone el cierre a un año maravilloso para él.

Miguel Poveda se puso de gala para este concierto que pone el cierre a un año maravilloso para él

Acompañado por el maestro Joan Albert Amargós al piano, los palmeros que le han acompañado siempre, Paquito González a la percusión, el ahora inseparable Jesús Guerrero a la guitarra y un elemento sorpresa, el trombonista Roberto Pacheco, que le da una luz nueva y color a algunos tramos del concierto. La función comienza con imágenes planetarias en la pantalla y él, vestido de rojo pasión. La senda del viento con Carmen Amaya de protagonista, sirve como apoteósico inicio. Qué manera de empezar, ¡por Dios!

Miguel Poveda es un torbellino, en No me lo encontraron ya aparece Lorca, aunque para él es Federico; su faro, su guía. El sonido es potentísimo, casi atronador. Hasta que aparece el piano de Amargós, con otro pulso y más temple mientras invocan al silencio. A continuación, los palmeros ya en pie y ese mensaje oculto, “por qué ni tú ni yo estamos en disposición de encontrarnos”. Con gratitud y sinceridad, cuando Miguel Poveda regresa a casa se le activan los recuerdos. Excusa para un poupurri en que enlaza Mi amigo, Ni un padre nuestro y Aurora y al referirse a ese Amargós cómplice y confidente, en pantalla una fotografía del pianista con Camarón de la Isla. Con esa elegancia, ese porte, Poveda se define como el gran crooner del flamenco. En adelante, la hora de las reivindicaciones, Pare (cantada en catalán) de Serrat, y la defensa y el compromiso con la lengua. Después el foco está en Omar Alfanno y el desprecio de la sociedad latina; la historia de Simón y la desgracia de no poder vivir como quería vivir. Ahí cobra protagonismo el trombón, mientras Poveda baila, sonríe, se divierte.

Miguel Poveda ha protagonizado más de dos horas y media de entrega y pasión.
Con el patio de butacas en ebullición, Poveda se pasea por la platea; en ese momento es el hombre más feliz del mundo. Se está dando un baño merecido de cariño y respeto, el de un artista mayúsculo que puede hacer lo que le apetezca

Migue Poveda es alguien con una seguridad aplastante que domina el tempo y la escena. Incluso, se ha convertido en un orador excelente y muy dinámico. Para presentar a sus dos invitados, su primo Agustín Campos y su amigo de la infancia Manuel Fernández, relata sus historias de barrio, con mucha gracia y desparpajo. Por ejemplo, cuánto le gustaba a su madre Chiquetete y, por ende, a él también (“no me había dado cuenta hasta qué punto me gustaba”). Y explica y muestra la fotografía con la ropa que se compró en un mercadillo de San Adrián, para cantar por primera vez en público un 19 de noviembre de 1988. Hay otra anécdota jugosa: cómo descubre la televisión y ese sueño de ver al Increíble Hulk por fin de color verde o la homilía de las vecinas en el barrio, que como buenas andaluzas criticonas, bajaban a la calle a tomar la fresca. Con su amigo Manuel, que le protegía de joven de quienes le insultaban y le ponían en peligro, se ponen a chichear (cantar a Los Chichos) y acaban con aquello de «el amor es como una ruleta, unos ganan y otros pierden». Tras tantas emociones deja a Jesús Guerrero y a su combo atacar unas bulerías, es la preparación para un atracón de flamenco, con Miguel cantando en silla, caen cantiñas, malagueñas y tangos (aquí se da una vuelta por Triana y la Alameda de Sevilla). Con el patio de butacas en ebullición, Poveda se pasea por la platea; en ese momento es el hombre más feliz del mundo. Se está dando un baño merecido de cariño y respeto (tras dos horas y media de recital), el de un artista mayúsculo que puede hacer lo que le apetezca. Ahora ya sí, se ha ganado ese derecho. E insistimos en ello, Miguel Poveda es el gran crooner del flamenco. No hay otro como él.

Fuente: https://www.elnacional.cat/es/cultura/miguel-poveda-no-hay-otro-como-el_1135827_102.html

Volver arriba