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Todos los Federicos en una sola voz

Segunda prueba de la gymkhana poético–musical del verano del Generalife. Segunda oportunidad para disfrutar de las distintas visiones del legado lorquiano que este año brinda el multiforme ciclo orquestado por la Consejería de Cultura de la Junta. La primera ocasión, la de Liñán, se saldó con éxito de público. Esta, desde anoche, ya tenía las espaldas bien cubiertas. Miguel Poveda articuló Había mil Federicos como un recorrido por la vida y obra del más universal de los poetas granadinos. La brisa de la noche –gracias al cielo, hizo fresquito– fue el preludio de ese viento casi huracanado bajo cuyo son casi matérico comenzó el espectáculo con apenas unos minutos de cortesía después de las diez de la noche, hora prevista para el inicio.

Matérico sonó desde el primer momento ese bajo que se metía en los oídos para llegar hasta el pecho. Materia pura fueron las fotos coloreadas del genio, en sus múltiples facetas: la del adolescente ilusionado, la del estudiante, la del alumno en la Residencia de Estudiantes, la del hombre ya maduro de su última entrevista… «¡Qué raro que me llame Federico!», grita el Federico ya hecho, encarnado en la fisonomía y la voz del cantaor badalonés –y granadino ya– Miguel Poveda. La guitarra fue cómplice de la musicalización de la carta que escribiera el poeta a su amigo –y compañero ocasional de devociones– el guitarrista Regino Sainz de la Maza. «Yo no he nacido todavía… y veremos a ver si nazco», fue el mensaje que cosechó el segundo gran aplauso de la noche. El primero se lo llevó la eléctrica introducción y el grito de ese pequeño aspirante a genio que se llama Manuel Monje, quien encarnó al poeta en su más tierna infancia.

Y a partir de ese momento, la vida del autor de Bodas de sangre en imágenes, notas y sensaciones. Las sensaciones que se inocularon en las venas del poeta cuando paseaba por la vega, cantadas en la puesta sobre pentagrama de Alba, perteneciente a Libro de poemas –y al disco de Poveda Enlorquecido–, una de sus primeras obras, con los cipreses verdes y azulados como fondo. Más aplausos. Y volvió el viento, con Manuel Monje acompañado por un carro de juguetes que por un curioso efecto se dibujó en las pantallas. Y Agustín Barajas, bailaor granadino a quien hemos visto en espectáculos propios y ajenos, encarnando a ese poeta todavía joven, que juega con la sangre mientras su alter ego niño pregunta qué es el fuego fatuo y qué es un muerto, «una pluma extasiada con un corazón de alfiler».

Aquí se produce uno de los milagros de este Había mil Federicos: la conexión, algo más de un siglo después, entre el fuenterino y el más granadino de los compositores gaditanos, a cuenta de Canción del fuego fatuo, esbozada por la voz del joven Monje, tocada por Joan Albert Amargós y bailada por Agustín Barajas. «Que los besos no te borren aquella primera nana… Por amor, que no me pierdas», recita el niño mientras el público aplaude antes de Nana de Sevilla. No han pasado ni 20 minutos y el público ya está atrapado en este artificio tan poco artificial. Y sigue una versión impecable de Los cuatro muleros. Todo está pensado para el disfrute de un público que se ha entregado antes de la primera nota. Sube la apuesta con el Anda jaleo, y luego, las palabras del poeta en la Granada de Albéniz.

Vuelve la percusión con fuerza, el cielo granadino del fondo se tiñe de rojo, Miguel Poveda da las buenas noches a una ciudad que ha peregrinado a la colina igualmente roja para verle y en el segmento quizá más flamenco de la noche –flamenco es todo, en realidad– la guitarra, el cajón y las palmas acompañan el Poema de la soleá de Poema del cante jondo.

Sentado ya, ofreció la mejor lección de “geografía histórica” posible: la Baladilla de los tres ríos con una alegría contagiosa. El escenario se apagó para que Poveda cantara una cabal de Silverio con esa letra en la que Federico se pregunta cómo cantaría aquel. Y se volvió azul para que aparezca Eva Yerbabuena sobre el escenario y con dos desplantes y dos zapatazos se convierte en dueña del escenario mientras el badalonés canta la letra Tres ciudades de Poema del cante jondo. Y sigue, y sigue… Dos horas de disfrute, y el duende, más vivo que nunca.

Fuente: https://www.ideal.es/culturas/federicos-sola-voz-20250822232718-nt.html

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